ADOLFO PRIETO Y LA ESCUELA DE SAMA
Un impresionante busto, obra del prestigioso Víctor
Hevia Granda, preside la escuela de Sama de Grado. Sobre un altísimo
pedestal se nos muestra la figura muy realista de un hombre maduro,
con traje y porte impecables, de sus facciones destacan una poderosa
nariz y una frente prominente, sus grandes manos sujetan un documento
a buen seguro de gran importancia, sin embargo, su atención
y su vista se dirigen al frente, hacia el pueblo que le vio nacer.
El personaje es Adolfo Prieto, otro moscón, otro asturiano
que tuvo que emigrar para hacer fortuna al otro lado del océano.
Adolfo Prieto y Álvarez de las Vallinas nació el 15
de mayo de 1867 en Sama de Grado. A los 23 años dejó
sus estudios de filosofía y letras en la Universidad Central
de Madrid para emigrar a México, donde se convirtió
en una figura clave del sector industrial desde que en 1907 se hizo
cargo de la dirección de la compañía Fundidora
de Fierro y Acero de Monterrey. Su influencia en este país
americano fue tan importante que incluso una calle de la ciudad de
Monterrey lleva su nombre. Durante su vida ocupó otros muchos
cargos de relevancia, fue gerente de la Sociedad Mercantil Ibáñez
y Prieto, presidente de la fábrica de Hilados y Tejidos de
Lana “La Victoria”, creó empresas industriales
y minerales como la compañía Manufacturera de Lana de
San Luis Potosí, El Cerro del Mercado S.A., la siderurgia de
Monterrey o el Banco Popular de Edificación y Ahorros también
de Monterrey, además fue presidente del Casino Español
y miembro del Patronato Mejicano.
Destaca también su faceta filantrópica como promotor
de centros de beneficencia, hospitalarios y educativos. A él
se debe la fundación de las Escuelas “Acero” que
hoy llevan su nombre y destinadas a la educación de los hijos
de los trabajadores de la compañía Fundidora.
Adolfo Prieto fallecía en México el 11 de enero de 1945
y ese mismo año se instalaba un busto suyo ante la fachada
principal de la escuela de Sama.
Esta escuela, financiada por el propio Don Adolfo y bautizada con
el nombre de “Grupo Maria Josefa” en memoria de una hija
suya fallecida, es un gran edificio cuadrado en torno a un patio central.
Pero cualquiera que conozca el inmueble sabe que su elemento más
característico y singular son sus vistosos azulejos que combinan
escenas del Quijote con refranes y dichos como “a camino largo
paso corto, menos mantel y más de comer, no bebas sin ver ni
firmes sin leer, a barco nuevo capitán viejo, para el caído
sólo hay olvido” y tantas otras frases geniales que darían
para llenar toda esta columna.
Hoy tan sólo seis niños acuden a la escuela de Sama
donde ocupan como aulario una de las alas del edificio. Se acaban
de finalizar las obras de adecuación de otra de las alas –la
izquierda- como consultorio médico, pero aún queda por
acondicionar y por utilizar gran parte de la escuela. Está
previsto instalar allí un museo o exposición etnográfica
permanente con las numerosas piezas que ha ido recogiendo Olvido,
una vecina de la localidad, y dotar a la asociación vecinal
“La Castañar” de un local para reunirse.
Desde su pedestal Don Adolfo seguirá viendo el ir y venir de
sus vecinos, mirando satisfecho hacia el pueblo que le vio nacer.