DAÑOS COLATERALES
A pesar del título de este artículo, no
me corresponde hablar a mí de esta lamentable guerra contra
Irak que parece llegar a su fin. Cuando hablo de daños colaterales
me refiero, en este caso, a algunos problemas y trastornos que acarrea
una obra de tanta envergadura como la nueva autovía al suroccidente.
Cualquiera que utilice habitualmente la carretera a Grado (la N-634)
estará acostumbrado a los cortes de tráfico y caravanas
que provocan las obras, también tendrá asumida la necesidad
de limpiar el coche de polvo y barro cada vez que haga esta ruta.
Me diréis, y con razón, que éstos son trastornos
menores e inevitables, pero otro tema más serio es el que afecta
a las personas que tienen sus casas a los márgenes de esta
carretera y que tienen que convivir día a día con este
polvo y este barro.
Los ocho kilómetros que hay entre la desviación a Santa
María de Grado y la recta de Peñaflor son un continuo
ir y venir de grandes camiones que traen consigo, incrustados en sus
enormes ruedas, este barro, y que llevan este polvo directamente a
los pulmones de los vecinos del lugar. Los más afectados son,
lógicamente, los inmuebles cercanos a los accesos a la autovía
(en Peñaflor, Anzo, Vega, Llera, etc.).
El caso de Vega de Anzo es especialmente sangrante, basta ver algunas
fachadas recién pintadas que se nos muestran ahora irreconocibles
bajo la capa de porquería, las plantas cubiertas de polvo o
los más de 20 centímetros de barro que se acumulan frente
a las casas.
Hay un dato escalofriante, Vega comprende apenas un puñado
de casas, pero desde que hace casi dos años comenzaron las
obras de la autovía en esta zona, han fallecido cuatro personas
que estaban afectadas de problemas respiratorios, y hay algún
vecino más que ya no puede ni salir de casa.
Como esta situación se prolongará todavía bastantes
años, pues aún no han comenzado tan siquiera las obras
de la segunda calzada, los vecinos de Vega exigen algo tan evidente
como que los camiones limpien sus grandes ruedas antes de incorporarse
a la N-634 (algo que obligan a hacer a los tractores so pena de multa),
que se recoja el barro de la carretera en lugar de tirarlo y barrerlo
desde la calzada hacia sus casas, que rieguen dos veces al día
para evitar el polvo y que alguien les garantice que sus fachadas
volverán a estar como antes de las obras, limpiadas y pintadas
a cuenta de la carretera..
Es curioso, o mejor dicho, es lamentable que a la hora de colgarse
medallas todo el mundo saque pecho; pero por contra, todos se laven
las manos cuando hay que aportar soluciones. Los vecinos de Vega se
sienten frustrados porque ya no saben a quién dirigirse, dicen
que lo único que les queda es cortar la circulación
para llamar la atención sobre su problema. Han hablado con
Sanidad, con la Guardia Civil y con Tráfico, éstos últimos
les dijeron que eran conscientes de la situación y que habían
sancionado ya a la empresa constructora, pero que ésta prefería
pagar las multas a subsanar el problema.
Otra preocupación de los vecinos de Vega es el lamentable estado
de la carretera que sube a La Caborna y que desde que es utilizada
por estos camiones carece de cunetas, creen que existe un serio peligro
de inundaciones si alguna vez llueve en abundancia. Mención
especial merece también el caso concreto de una familia de
esta localidad que, de la noche a la mañana, se ve obligada
a abandonar su casa de toda la vida porque las obras han afectado
los cimientos de la vivienda.
Está claro que la autovía es una necesidad para Grado
y todo el suroccidente asturiano, pero esto no justifica estos daños
colaterales perfectamente evitables con un mínimo de buena
voluntad.