¡QUÉ ME DICES!
Fue Hegel el que dijo “tened el valor de equivocaros”,
sin embargo si le hacemos caso al refranero popular “en boca
cerrada no entran moscas” y “la mejor palabra es la que
está por decir”. Todo hijo de vecino tiene derecho a
hablar y decir lo que quiera aunque se equivoque, pero los que escuchamos
también nos reservamos otro privilegio, el de reírnos
de los disparates que a veces se dicen. Para Mark Twain “es
mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla
y disipar toda duda”.
Hoy quiero hablar precisamente de esas incorrecciones sintácticas
llamadas solecismos y que consisten, ni más ni menos, que en
el empleo incorrecto de una expresión o en alterar la sintaxis
normal del idioma. Un tipo de solecismo es decir cocreta por croqueta,
otro ejemplo muy comentado en su día fue aquella famosilla
que empleó la expresión “estar en el candelabro”
en lugar de candelero.
Francisco García dedicó una serie de artículos
a recoger este tipo de “frases gloriosas” en su sección
“Lo que hay que oír” y que luego se incluyeron
en el libro de igual título, merece la pena releerlas porque
no tienen desperdicio. Y ya puestos, tampoco hay que olvidar “El
dardo en la palabra” de Fernando Lázaro Carreter.
Con los solecismos hay que tener cuidado, son una epidemia demasiado
extendida y nadie está libre de coger este catarro. El que
esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero con cuidado,
no le vaya a dar el rebote de su propia pedrada. Como es bueno citar
los errores propios antes de referirme a los ajenos, tengo que confesar
que yo mismo estaba empeñado en llamar “troler”
a las maletas “trolley”.
Puedo aportar algún otro ejemplo que he conocido de primera
mano: Una conocida afirmaba tener “claustrofobia” a los
ratones, ¿o era a las serpientes?, para el caso es igual. Mi
abuela materna, ¡¡que Dios la tenga en su gloria!!, llamaba
“vidrio” al magnetoscopio, o sea al video. Siempre recuerdo
la anécdota de un amigo que un día que íbamos
en tren a la playa nos sorprendió a todos al advertirnos de
que preparásemos los billetes porque venía “el
retrovisor”, y efectivamente por nuestro vagón andaba
el revisor. Hay quien llama retondas a las rotondas o quien pide en
la pescadería mirtolos en lugar de mirlotos.
No hace mucho un abogado, hermano según parece de un ministro
del gobierno, provocó la hilaridad y las carcajadas del público
asistente a un debate televisivo al repetir hasta la saciedad la palabra
“pograma” sin r. Un caso parecido vivimos en Grado cuando
un asesor del anterior alcalde tomó los micrófonos de
la radio local para referirse nada menos que cuatro veces a los “alfabetos
funcionales” (quería decir analfabetos pero las cuatro
veces le salió alfabetos).
Pero ahora voy a donde realmente quería llegar. Hace unos meses
se celebró un “conceyu abierto” en Grado organizado
precisamente por La Nueva España, era un debate sobre el futuro
del concejo ante la llegada de la autovía. La pregunta final
del moderador era precisamente ¿cómo ves el futuro de
Grado? -Muy halagador- contestó un portavoz de la oposición.
Supongo que querría decir halagüeño.
Repito lo dicho, nuestro privilegio es reírnos o incluso elegir
a quien merece la pena escuchar y a quien no. A unos meses de las
elecciones, ¿como veo el futuro de Grado?... ¡me da miedo
mirar!