Villa de Grado - Asturias - España

Crónicas Mosconas
Gustavo Adolfo Fernández Fernández

¡QUÉ ME DICES!

Fue Hegel el que dijo “tened el valor de equivocaros”, sin embargo si le hacemos caso al refranero popular “en boca cerrada no entran moscas” y “la mejor palabra es la que está por decir”. Todo hijo de vecino tiene derecho a hablar y decir lo que quiera aunque se equivoque, pero los que escuchamos también nos reservamos otro privilegio, el de reírnos de los disparates que a veces se dicen. Para Mark Twain “es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar toda duda”.
Hoy quiero hablar precisamente de esas incorrecciones sintácticas llamadas solecismos y que consisten, ni más ni menos, que en el empleo incorrecto de una expresión o en alterar la sintaxis normal del idioma. Un tipo de solecismo es decir cocreta por croqueta, otro ejemplo muy comentado en su día fue aquella famosilla que empleó la expresión “estar en el candelabro” en lugar de candelero.
Francisco García dedicó una serie de artículos a recoger este tipo de “frases gloriosas” en su sección “Lo que hay que oír” y que luego se incluyeron en el libro de igual título, merece la pena releerlas porque no tienen desperdicio. Y ya puestos, tampoco hay que olvidar “El dardo en la palabra” de Fernando Lázaro Carreter.
Con los solecismos hay que tener cuidado, son una epidemia demasiado extendida y nadie está libre de coger este catarro. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero con cuidado, no le vaya a dar el rebote de su propia pedrada. Como es bueno citar los errores propios antes de referirme a los ajenos, tengo que confesar que yo mismo estaba empeñado en llamar “troler” a las maletas “trolley”.
Puedo aportar algún otro ejemplo que he conocido de primera mano: Una conocida afirmaba tener “claustrofobia” a los ratones, ¿o era a las serpientes?, para el caso es igual. Mi abuela materna, ¡¡que Dios la tenga en su gloria!!, llamaba “vidrio” al magnetoscopio, o sea al video. Siempre recuerdo la anécdota de un amigo que un día que íbamos en tren a la playa nos sorprendió a todos al advertirnos de que preparásemos los billetes porque venía “el retrovisor”, y efectivamente por nuestro vagón andaba el revisor. Hay quien llama retondas a las rotondas o quien pide en la pescadería mirtolos en lugar de mirlotos.
No hace mucho un abogado, hermano según parece de un ministro del gobierno, provocó la hilaridad y las carcajadas del público asistente a un debate televisivo al repetir hasta la saciedad la palabra “pograma” sin r. Un caso parecido vivimos en Grado cuando un asesor del anterior alcalde tomó los micrófonos de la radio local para referirse nada menos que cuatro veces a los “alfabetos funcionales” (quería decir analfabetos pero las cuatro veces le salió alfabetos).
Pero ahora voy a donde realmente quería llegar. Hace unos meses se celebró un “conceyu abierto” en Grado organizado precisamente por La Nueva España, era un debate sobre el futuro del concejo ante la llegada de la autovía. La pregunta final del moderador era precisamente ¿cómo ves el futuro de Grado? -Muy halagador- contestó un portavoz de la oposición. Supongo que querría decir halagüeño.
Repito lo dicho, nuestro privilegio es reírnos o incluso elegir a quien merece la pena escuchar y a quien no. A unos meses de las elecciones, ¿como veo el futuro de Grado?... ¡me da miedo mirar!