Santo Adriano

Santo Adriano Caracterizado por su accidentada orografía compuesta mayoritariamente por piedra caliza, formando pequeños riscos, y a la vez haciendo conjunción con los arroyos que se forman y que discurren abriéndose paso entre desfiladeros de inusuada belleza, como el de las Xanas, clásica dentro del senderismo asturiano, de paisajes indescriptibles. Santo Adriano ofrece al visitante un conjunto natural idóneo para el disfrute y práctica de actividades al aire libre y en contacto con la naturaleza. Así pues tenemos la posibilidad de practicar senderismo, paseos a caballo, descenso de cañones, caza y pesca.

  Durante el verano se realizan por los pueblos del concejo fiestas de caracter religioso y romerias sirviendo en muchos casos, como días de descanso en las labores de la siega. Numerosas son también las muestras de arte que encontramos en este concejo.

HISTORIA DE SANTO ADRIANO

Expertos de la Universidad de Oviedo hallaron en abril de 1998 un nuevo yacimiento con grabados rupestres en Santo Adriano de Tuñón pertenecientes al Paleolítico Superior. El flamante descubrimiento corrobora la importancia del yacimiento prehistórico del borde del Nalón y de los valles contiguos, proporcionando nuevos datos y fortaleciendo los estudios sobre la presencia del hombre en esta época en el Valle del Trubia. En esta zona, sobre la orilla derecha del río Trubia, se encuentra el abrigo rocoso de Tuñón, un «pequeño santuario» en opinión del catedrático de Prehistoria Javier Fortea, formado por dos paredes que convergen hacia el interior, con gran apertura de boca; descubierto en noviembre de 1994, cuenta con 30 grabados de animales prehistóricos del año 21.000 antes de Cristo (1ª parte de la 2ª mitad del Paleolítico Superior), entre los que destacan cinco ciervos, un caballo y dos o tres bóvidos que bien podrían ser uros; resulta de gran interés el abrigo de Tuñón porque ofrece una muestra de las etapas más antiguas de la expresión artística en Asturias y descubre la unidad y entrelazamiento del poblamiento del Nalón Medio en las etapas antiguas y medias del Paleolítico Superior. Pero mucho antes, concretamente en 1915, el conde de la Vega del Sella había excavado la famosa cueva del Fornu o de Conde, ubicada en las proximidades de Tuñón, de gran trascendencia para el análisis de la prehistoria asturiana, que, estudiada posteriormente por grandes especialistas como Obermaier (1925) y L. G. Freeman (1962), proporciona material del Paleolítico Medio y del Superior e informa de ocupación humana en el año 30.000 antes de Cristo.
En Santo Adriano, donde no se registra ninguna manifestación propia del Neolítico, existen dos castros: El Pico Constancio, en Las Carangas, y El Collaín, en Tenebredo, ambos inventariados por José Manuel González, quien los atribuye al área oriental del territorio de los ástures pésicos; sin embargo, no se conocerá su filiación cultural y cronológica hasta tanto no se excaven.
De época romana quedan la calzada y minas de Lavares. Se trata de una explotación a cielo abierto —probablemente, de mineral de hierro— y la calzada de comunicación asociada a ella en un monte sobre la localidad de Lavares (de clara etimología romana), fácilmente accesibles y localizables. El conjunto principal lo constituye una serie de circos de extracción, hoy día cubiertos de vegetación, pero claramente identificables y algunos de bastante espectacularidad y hermosura. La calzada, probablemente, sería de importancia secundaria, y aunque no conserva en este tramo restos de enlosado, sí se puede apreciar claramente el aterrazamiento, los muros de contención, etc.
Habrá que esperar al reino asturiano para que este pequeño concejo vuelva a tener relevancia histórica, la cual le llegó con la fundación —asignada a Alfonso III y su esposa Jimena— de la iglesia de Santo Adriano de Tuñón, inicialmente una abadía prerrománica. La documentación referida a su erección no está nada clara en su cuanto a su autenticidad. La supuesta carta fundacional fija su consagración el día 24 de enero del año 891. De la controversia, no obstante, se salva la fecha de su establecimiento, que los estudiosos dan por válida.
En esta zona también maniobró el conde Gonzalo Peláez, en su rebelión contra el monarca Alfonso VII, acaecida en los años treinta del siglo XII, pues dicho noble se valió de sus fortalezas en el valle del Trubia, entre ellas la de Buanga, castillo emplazado en la frontera entre los actuales concejos de Grado y Santo Adriano, que fue sitiado por el conde Suero Vermúdiz, enemigo del sublevado Gonzalo.
Tras esta breve digresión, es preciso retomar la historia de este centro espiritual, porque tanto él como la Iglesia de Oviedo mediatizaron el caminar de estas tierras por la baja Edad Media. Según F. Javier Fernández Conde, catedrático de Historia Medieval, es en el siglo XIII cuando se inicia verdaderamente la vida canónica en Santo Adriano, o al menos cuando ésta se registra documentalmente. Por su parte, el coto de Santo Adriano, en manos de la Mitra ovetense durante todo el periodo bajomedieval, como el resto de los territorios del valle del Trubia, era parte integrante del vasto grupo de bienes del señorío episcopal en la zona central de la montaña asturiana y su gestión correspondía a encomenderos de noble linaje designados por el obispo. En 1348, Gonzalo Bernaldo de Quirós recibe del prelado Alfonso Peláiz, entre otras, la encomienda de Santo Adriano; más tarde recaería el nombramiento en su hijo, Lope González de Quirós.
Este estado de dependencia continuó hasta la desamortización eclesiástica llevada a cabo en tiempos de Felipe II, que hizo posible la compra por los vecinos de la jurisdicción de Santo Adriano y la formación de Ayuntamiento el 14 de octubre de 1589. La capital se fijó en Villanueva.
Hasta el siglo XIX no hubo ningún acontecimiento de especial relevancia; si acaso mencionar el devastador incendio de 1796. Sin embargo, ya en época decimonónica, el concejo se ve afectado por alteraciones territoriales; en 1827, con la supresión de los cotos jurisdiccionales, el de Linares y el de Las Morteras, tradicionalmente ligados a este pequeño término municipal, se incorporan a Proaza y Soto de Ribera, respectivamente, con la excepción de Lavares, que se desliga del segundo coto para pasar a engrosar Santo Adriano. Posteriormente, el 16 de junio de 1859, las parroquias de Caranga y Proacina ingresan en el concejo de Proaza; y ya en el siglo XX, Santo Adriano del Monte se anexiona a Grado.
«En el siglo XX la industrialización apenas afectó al municipio más que para llevar a buena parte de sus habitantes a trabajar a los centros industriales de Trubia o Avilés y como lugar de paso del mineral de carbón de Quirós o Teverga» (Xosé Firmu García Cosío).

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